Así No. Sobre la deriva del movimiento ecologista. Errando en el diagnóstico, fracasando en el tratamiento
Publicado el 16 de noviembre de 2023 / Por Debates
Nuestra sociedad se enfrenta a una grave crisis ecosocial. En 2009 un grupo de científicos estableció nueve procesos1 que regulan la estabilidad y resiliencia del sistema Tierra y que no habría que sobrepasar para garantizar el desarrollo de la sociedad. En septiembre de 2023, en apenas 14 años hemos sobrepasado la zona segura de seis de los nueve límites: el calentamiento global, la biosfera, la deforestación, los contaminantes y el plástico, los ciclos del nitrógeno y el agua dulce. Particularmente preocupantes son los puntos de inflexión, donde un pequeño aumento en la temperatura global podría dar como resultado un gran cambio en el clima. Sobrepasar esos puntos de inflexión podría desencadenar otros en cascada y algunos siguen estando poco estudiados.
El sobrepasamiento de estos límites no asegura hecatombes inmediatas, pero
los científicos afirman que “en conjunto, marcan un umbral crítico para
aumentar los riesgos para las personas y los ecosistemas de los que formamos
parte”. Así, catástrofes ambientales, extinción de especies, escasez de agua,
migraciones climáticas, ruptura de las cadenas logísticas y contracción en la
producción de alimentos son síntomas, que, en este momento presentes
mayoritariamente en el Sur global, nos anuncian lo que será la “nueva
normalidad”.
Ante la gravedad de la situación, debemos tomar medidas urgentes y
radicales antes de finalizar esta década. Sin embargo, el movimiento ecologista
institucionalizado, cuestionado por cientos de plataformas de base,
dependiente en gran parte de subvenciones estatales o de empresas (vía
fundaciones), y más preocupado por sostener su statu quo y los privilegios y
prebendas de sus “profesionalizados” dirigentes, sufre una disociación
cognitiva, ya que, sus respuestas, no pasan de recursos jurídicos, reuniones
con los políticos y empresarios, notas de prensa o informes técnicos. Nos engañamos
si pensamos que esto nos va a salvar.
Como bien advierten los científicos, “el camino hacia el
desastre climático está pavimentado de estudios de viabilidad y evaluaciones de
impacto”. Y para enfrentar este desastre necesitaríamos un movimiento
similar al existente en nuestra vecina Francia por los compañeros del
movimiento nucleado alrededor de Soulevements de la Terre, que ha
logrado articular numerosas luchas, rompiendo el localismo (“que hay de lo
mío”) dentro de un marco claramente decrecentista y anticapitalista, ya sea en
convocatorias antiextractivistas, contra la contaminación del aire por una
fábrica de cemento, o contra la construcción de autovías o aeropuertos.
El problema fundamental no es el lugar donde situar
los parques de “renovables” (nunca en zonas singulares o agrícolas), sino si
son realmente necesarios. En general se acepta sin cuestionar la necesidad de sembrar el territorio
de sistemas de captación de energía (“renovables”) para alcanzar una
descarbonización de la economía, inviable si no lleva aparejado políticas de
decrecimiento, al menos en las consumistas sociedades occidentales. Sin embargo,
nuestro metabolismo social es cerca de un 80 % dependiente de los combustibles
fósiles y solo algo más del 20 % de la electricidad. Y las mal llamadas
“renovables” solo aportan electricidad al mix energético, que en muchas
ocasiones la red eléctrica actual no puede absorber, aparte de que el consumo eléctrico en el
estado español lleva 15 años descendiendo, en gran parte por el declive
industrial. Por lo tanto, y dado que no es posible electrificar sectores como
el transporte marítimo, aéreo, terrestre pesado, agrícola, la producción
industrial de cemento, acero, aluminio, etc., parece que no necesitamos más
electricidad de la que producimos. Y menos para intentar producir con ella una
supuesta “energía mágica”, el hidrógeno verde, una tecnología que no está
desarrollada, y cuyos costes de producción y distribución son elevadísimos y no
rentables en este momento (recordemos las décadas que llevamos oyendo que la
fusión nuclear ya está aquí).
El despliegue de macro-renovables, que está arrasando la “España vaciada” y
las zonas periféricas de otras comunidades, es perfectamente legal. Tanto la UE en diversas ocasiones, como el gobierno central, o los autonómicos, han apoyado/aprobado
las normativas necesarias para sembrar estas zonas de estos proyectos. Todos
los partidos del espectro parlamentario y las centrales sindicales
subvencionadas están de acuerdo. Por su parte, el ecologismo oficial (el
llamado G5), con línea directa con el gobierno más progresista de
la historia, o bien apoya el despliegue de la eólica marina, o guarda silencio en otros casos, y en la práctica se
mantiene inactivo, bajo el mantra de que es urgente descarbonizar la economía,
cuestión esta cierta, , pero dejando a un lado la única posibilidad de reducir
las emisiones, que es el decrecimiento. Por otra parte, las vías jurídicas para
recurrir la epidemia de proyectos, aparte de ser prohibitivas económicamente
para la mayoría de plataformas dado que no hay una estructura solidaria de
letrados -sino que todo pasa por despachos privados-, conlleva plazos muy
largos que la urgencia del despliegue no permite. Además, aunque es obvio que
lo que se está implantando son sistemas energéticos centralizados (Renovable
Eléctrica Industrial, REI), en manos de grandes empresas para su negocio, en
lugar de sistemas descentralizados y a pequeña escala para garantizar las
necesidades de la población, la ubicación de los parques en zonas muy
despobladas y envejecidas condicionan y limitan la respuesta en la calle.
Mientras el mundo urbano y el rural se den la espalda, y el primero solo vea lo
rural como apéndice turístico y vacacional ocasional, y no como un elemento
imprescindible en un futuro no muy lejano para reorganizar la existencia, la
defensa de la tierra lleva las de perder.
Las mal llamadas “renovables” no van a frenar el
calentamiento climático, al contrario, están colaborando en su
aceleración. Los paneles solares y los molinos eólicos están hechos de metales,
plásticos y otros compuestos químicos, elementos que han sido extraídos del
suelo, transportados, transformados y acoplados. Este proceso extractivista
tiene lugar fundamentalmente en nuestro patio trasero, los países el Sur, que
cargan con los efectos colaterales: destrucción de hábitats, contaminación del
agua, desechos tóxicos, conflictos armados, todo para intentar garantizar en el
Norte el mismo nivel de consumo y despilfarro energético al que llevamos
enganchados unas pocas décadas.
Por lo tanto, para fabricar y poner en marcha estos sistemas se necesitan
quemar grandes cantidades de combustibles fósiles, triturar montañas para
conseguir “tierras raras”, para luego ser fabricados mayoritariamente lejos de
nuestros países, etc., con el incremento de las emisiones de gases de efecto
invernadero consiguientes. Gobiernos y empresas saben que no existen
suficientes materiales para su despliegue, pero siguen alimentando el negocio.
Incluso hay quien defiende que la cantidad de energía utilizada para todo el
proceso, más la derivada de los costes asociados a su desmantelamiento (estos
sistemas duran entre 20-30 años) son inciertos y podrían ser mayores que la
producida durante su vida útil.
De cualquier forma, como consecuencia los últimos datos disponibles demuestran que las emisiones
mundiales siguen creciendo. Aparte, la adición de “renovables” no va acompañada
de una sustitución de las centrales de combustión de fósiles. En muchas
ocasiones las térmicas de carbón están siendo sustituidas por centrales de
biomasa (como mínimo igual de contaminantes), cuando no reabiertas de nuevo
como ha ocurrido en Alemania. Continúa la vorágine energética.
Ponga un empresario (o una ministra) al frente de su
lucha. En el escenario
actual se corre el peligro de centrarse en lo local, lo inmediato, y perder de
vista el contexto general. En lo local, se producen colisiones entre diferentes
intereses capitalistas en la explotación del territorio. Los fondos Next Generation
(que pagaremos como deuda) han provocado el aterrizaje de las energéticas en
zonas periféricas donde la despoblación había finiquitado la economía del
comunal, y se había impuesto como única fórmula capitalista la explotación de
los sectores turísticos y la agricultura y ganadería intensivas dependientes de
la PAC (tampoco sostenibles ya que dependen del transporte a larga distancia en
muchas ocasiones, y por tanto del petróleo). En esta colisión de intereses
empresariales, cada uno lucha por sus intereses inmediatos olvidando el
problema general. Solo así se entienden situaciones como la de El Bierzo,
comarca de pasado extractivista, pero en la que el ecologismo oficial, el mismo
que califica a la Ministra de Transición Ecológica “de integrante del movimiento ecologista”, no ha dudado en aliarse con un empresario del sector turistico y
agroindustrial para que dirija la movilización contra el sector energético.
Ambos sectores empresariales coinciden, no obstante, en lo fundamental: evitar
hablar de reducción de las emisiones de efecto invernadero, del necesario
decrecimiento, o de la regeneración de la tierra para poner en marcha modelos
de agricultura y ganadería basados en la restauración de ecosistemas.
Cuando se olvidan los intereses de clase y prevalecen los empresariales se
entra en un terreno muy resbaladizo. Y en ese terreno han coincidido desde los
ayuntamientos gobernados por los mismos partidos que han decidido que la España
vaciada y las zonas periféricas de las comunidades autónomas aun
industrializadas sean zonas de sacrificio, a través de la aplicación del Plan
Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030, hasta las federaciones
de empresarios, o los negacionistas del clima como Vox, que se han sumado a la protesta “para defender los viñedos”. Es de
sentido común que los que han creado el problema no pueden formar parte de la
solución. No se puede sorber y soplar al mismo tiempo.
El debate que se evita hacer es ¿cuánta energía
podemos utilizar, de qué tipo y para qué? Destacados científicos afirman que
podríamos haber pasado un punto de no retorno en el cambio climático, y que el
1,5º ya es ilusión, pero aún podríamos reducir sus peores efectos mediante
políticas de mitigación. Pero estas solo pasan por la reducción drástica de la
extracción de combustibles fósiles y el consumo en los países del Norte, es
decir, DECRECIMIENTO para nosotros, pero crecimiento para aquellos que consumen
hasta cien veces menos. Llevamos décadas consumiendo enormes
cantidades de energía barata y destruyendo el planeta, y esta situación está
tocando a su fin. Frente a esta disyuntiva, el ciudadanismo es un enemigo, ya
que solo se plantea alejar de sus chalets y sus negocios los macroparques por
sus efectos perniciosos, pero sigue soñando que son necesarios porque le van a
asegurar el mantenimiento de un consumo energético similar al que hemos venido
derrochando en los países centrales en las últimas décadas. Sin embargo, la
reducción del consumo de energía y materiales no es algo que podamos elegir.
Nos va a venir impuesta y dará lugar a sociedades menos complejas. Se abren dos
escenarios. O planificamos entre todos un decrecimiento ordenado que permita
garantizar las necesidades básicas de la población, o nos impondrán un
ecofascismo que sumirá por la fuerza al 90% de la población en la pobreza, para
mantener el consumo sin límites de las élites.
Estamos convencidos que, todo lo antedicho, ya es sobradamente conocido
desde hace tiempo. Podemos seguir tapándonos los ojos, pero el problema es
pretender el crecimiento infinito en un mundo con recursos finitos. O lo que es
lo mismo, el problema es el capitalismo. A la vez, el sistema ha logrado
convencernos de sus virtudes, para aparecer como la única solución posible de
que no hay alternativa: esta es la convicción que las formas de dominación
actuales han logrado diseminar por todo el cuerpo social. Es falaz que estemos
condenados a vivir en el mundo en el cual vivimos.
ARBA León-Bierzo, Corriente Sindical de
Izquierda–Asturies y Zamora Viva son algunos de los integrantes de la
Coordinación en Defensa del Territorio
Contacto: arbaleonbierzo@riseup.net