Los domingos, cavilar
Mentira, posverdad y políticos
Fernando Merodio
ALERTA 17-06-2018
La vieja mentira altera los hechos para engañar y la reciente posverdad modula la realidad con apoyo en una cierta complacencia cómplice; son utensilios del poder político para convertir en acto lícito su potencia para causar daño con impunidad y pues, como dice Walter Benjamin, el Estado -poder formal socialmente aceptado- usa la violencia ilegítima, mentira y posverdad le sirven para justificar lo injustificable.
Son tan similares que, sólo con rascar la cáscara del neologismo posverdad, éste deviene en mentira políticamente correcta, torsión voluntaria de creencias y emociones que altera lo real, influye en la opinión pública, agita o amarra la acción social, es, por ladina, mucho más nociva que el embuste a secas y, al partir de la idea de que "algo que aparente ser verdad es más importante que la propia verdad", con el martilleo de 24 horas de noticias, la desigualdad en el poder mediático y la absurda ubicuidad de las nuevas redes sociales, artefactos de (in)comunicación, deviene en violenta arma de nuestra cultura política, en la que los medios alejan opinión pública y política real -lo legislado-, ocultando su falaz eficacia tras frases como las de Steve Tesich cuando escribía en 1992 sobre los escándalos Watergate e Iran-Contra y la Guerra del Golfo, «como pueblo libre, hemos decidido libremente vivir en un mundo de posverdad», abriendo camino a monstruos tan dañinos como Donald Trump, el Brexit y, cercana a nosotros, la (sin)razón de incultos independentistas; es la misma y vieja propaganda que usaron los nazis, peligrosa y potente arma de manipulación y control social que hoy incluso hace creíble el mensaje tras saberse que es falso.
Es mentira que, con mucha cara, sin una mueca y con el dinero de multinacionales, lobbystas y estraperlistas aleteando sobre ellos, los "elegidos", Revilla al frente, nos oteen y alboroten alardeando de que les afligen futuro, planeta, cambio climático,..., por lo que dicen ser excepción y, pese a tal dinero, en abstracto traerán autoconsumo, soberanía energética desconcentrada, generación sostenible y distribuida,..., la repera; no se lo creen ni ellos.
Más sutil, hay posverdad cuando el totum revolutum que es el banal parlamento regional de esos "elegidos" locales que huyen cobardes del debate público con los que día a día habitan territorio y principios, sin casi informar en los medios, se inventan una "proposición no de ley" -o sea, echar balones fuera de su responsabilidad- instando al Congreso de los Diputados a aprobar una furtiva, leve y, así, ineficaz reforma de la Ley del Sector Eléctrico que sólo entraría en vigor si es gratis. Posverdad, la nada.
Mentira, posverdad, políticos, oligopolio, dinero, falta de información en los medios,... dan forma a la corrupción, al mal que impide mostrar que abuso y pobreza energética nacen de tratar la electricidad como mercancía, simple medio para generar plusvalías, acumular riqueza, y no como lo que realmente es, un bien común esencial.
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