ENERGÍAS LIBRES, LIMPIAS, ALTERNATIVAS, RENOVABLES, SOSTENIBLES: "EL NUEVO DESARROLLISMO ECOLÓGICO"


“Cuando en los inicios del movimiento ecologista, comenzó a prestarse atención a las energías eólica y solar, se las solía denominar como “energías libres”. El adjetivo “libres” tenía un claro significado político que resultaba inadmisible desde la perspectiva institucional, de manera que esta denominación no llegó nunca a ser incorporada plenamente al lenguaje institucional. En su lugar las instituciones utilizaron inicialmente la denominación “energías limpias”, que resultaba muy adecuada en un momento en que los problemas ambientales se identificaban casi exclusivamente con la contaminación. No obstante, aunque el adjetivo “limpias” era suficientemente aséptico (¿cómo no iba a serlo?) desde el punto de vista político también ponía demasiado en evidencia a las energías “sucias”. En consecuencia, pronto comenzó a ser sustituido por el de “energías alternativas”, expresión generada inicialmente también en el seno del movimiento ecologista, pero que tenía una lectura aceptablemente positiva desde el punto de vista institucional: el adjetivo “alternativas” tenía un claro sentido tecnológico, muy adecuado en los tiempos de la reconversión industrial y la entrada en tromba de las “nuevas tecnologías” y, además, permitía situar bajo su manto a la energía nuclear de fusión.

En los años noventa, la prioridad pasó a ser la de mostrar a la sociedad —siempre necesitada de noticias positivas— los avances ya logrados en la introducción de fuentes de energía ecológicas, y los ambiciosos programas que se iban a abordar en el futuro en este terreno. Misteriosamente, las energías alternativas comenzaron a ser denominadas como energías renovables. El adjetivo renovables permitía computar la energía hidroeléctrica entre las fuentes de energía amigas del medio ambiente. Primero se empezó con las minicentrales, y actualmente la energía hidroeléctrica convencional ya se incluye en los anuarios de energías renovables. Construir grandes embalses vuelve a tener sentido ecológico. Incluso la incineración de residuos ha comenzado a computarse oficialmente en estos últimos años dentro de las energías renovables. Nadie puede discutir que la generación de residuos se renueva constantemente.

Ahora ya se pueden ofrecer a la opinión pública europea objetivos tan loables como el de alcanzar el 12 por ciento de energías renovables en el 2010 en el conjunto de la Unión. El público puede pensar que por fin las instituciones van a apoyar masivamente las energías solar y eólica: de eso se trata, de que el público tenga cosas agradables en las que pensar. En realidad, en este porcentaje se suman: la energía hidroeléctrica de siempre como renglón principal; la nueva valorización energética de los residuos (esto es, la incineración); un poco de energía eólica, que resulta muy llamativa mediáticamente por la espectacularidad de los molinos; y de solar casi lo mismo que antes, o sea nada, porque sigue siendo la que menos abunda en los países del Norte, y la más difícil de centralizar.

Renovables tampoco parece que vaya a ser el apellido definitivo para las energías presentadas como «amigas del medio ambiente». Comienza a escucharse últimamente el calificativo de energías sostenibles, definidas según la noción de sostenibilidad del famoso Informe Brundtland. Este adjetivo permite nuevas licencias ecológicas de grueso calibre, como la de incluir como sostenible nada menos que al carbón, cuyas reservas son virtualmente inagotables, y por tanto se dice que son sostenibles para las generaciones futuras. Claro que para ello es preciso inventar nuevos sumideros de carbono (las repoblaciones forestales, los cultivos energéticos, el plancton oceánico, o lo que sea), o incluso negar la certidumbre del efecto invernadero, o todavía más, afirmar que sus efectos pueden acabar siendo globalmente beneficiosos”.

 (ESTEVAN, Antonio - El nuevo desarrollismo ecológico- Archipiélago. Cuadernos de crítica de la cultura nº 33, 1998)

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