IMPOSICIÓN EÓLICA Y CONFLICTO SOCIAL. PSEC 2014-2020. CANTABRIA EÓLICOS.


Plano de ubicación de parques en funcionamiento y en tramitación en la Comunidad Autónoma de Cantabria a 31 de diciembre de 2013 y localización en Comunidades limítrofes.
FUENTE: Directrices técnicas y Ambientales para la regulación del desarrollo de los parques eólicos. PSEC 2014-2020


MINISTERIO DE INDUSTRIA, ENERGÍA Y MINERÍA – DIRECCIÓN NACIONAL DE ENERGÍA /
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES – UNIVERSIDAD DE LA REPÚBLICA
ENERGÍA EÓLICA Y ACEPTACIÓN SOCIAL:
Lecciones para Uruguay y guía para la acción.
BR. MARINA TROBO 2013
Págs. 17 a 19

NIMBY: “not in my back yard” (no en mi patio trasero)
NYABY: “not in any back yard” (no en ningún patio trasero. Ni aquí ni en ningún sitio)

Tal como se evidencia desde muchas investigaciones académicas y como se desarrollará en este trabajo, mientras las encuestas de opinión pública demuestran que grandes mayorías apoyan a las energías renovables, muchos proyectos encuentran resistencias de las comunidades locales y organizaciones ambientalistas (IEA Wind; 2010: 9) [VER CITA ORIGINAL EN ANEXO I – iv]. En la figura 3, se observa cómo la energía eólica encuentra el segundo puesto, inmediatamente después de la solar, en el apoyo público (celeste claro), cuando se pregunta “¿cuánto apoya el desarrollo de las siguientes fuentes energéticas?”. El tercer lugar y los restantes se despegan disminuyendo considerablemente el apoyo de los encuestados. 

Esta realidad es analizada desde muchas perspectivas. Parte de la literatura ha generalizado el término, “not in my back yard” (NIMBY), para reflejar la idea de que en muchas ocasiones, los individuos se manifiestan a favor de ciertos cambios o tecnologías a nivel general, y sin embargo emergen resistencias al momento de implementar proyectos en los alrededores de sus hogares, debido a que las externalidades negativas emergentes les afectarían directamente. 

De acuerdo con la lógica NIMBY, los residentes locales se oponen a los proyectos en su intento de maximizar su utilidad individual (Wolsink; 2000: 52) [VER CITA ORIGINAL EN ANEXO I – v]. Por tanto, desde esta forma explicativa, las resistencias no surgirían como una contraposición a la energía eólica en sí misma, sino a los parques localizados en territorios específicos. 

Algunos investigadores han intentado probar la existencia de esta actitud, como es el caso de Smith y Klick, (2007) con la finalidad de observar la relación existente entre la información y la opinión de la gente respecto de la energía eólica. Para ello realizaron una encuesta por internet a ciudadanos norteamericanos. Comenzaron preguntando sobre el apoyo hacia una variedad de formas convencionales y alternativas de energía. Luego formularon preguntas sobre los pros y contras de la energía del viento. Concluyeron preguntando sobre el apoyo a la energía eólica (Smith & Klick; 2007: 2) [VER CITA ORIGINAL EN ANEXO I –vi]. Hacer que las personas piensen sobre varios aspectos de la energía eólica con más detalle causa que algunos de ellos cambien de opinión. (Smith & Klick; 2007: 9) [VER CITA ORIGINAL EN ANEXO I – vii] 

Lo que buscaban demostrar quedaba cada vez más claro: los intereses económicos individuales jugaban un rol central: el apoyo a la energía del viento disminuía en las personas que creían que los parques eólicos devaluarían sus propiedades o que tendría costos más elevados que otras fuentes de energía. 

Al mismo tiempo, otros teóricos agregan que tanto el impacto acústico como el visual, suelen ser grandes argumentos en esta postura opositora. “El sonido de los aerogeneradores está regulado por una doble legislación. Para garantizar la protección de los residentes próximos a los parques eólicos, la administración exige que los aerogeneradores cumplan una reglamentación estricta respecto al ruido, ya que existe normativa internacional para medir el sonido que emiten los mecanismos; pero también existe normativa –de ámbito local o nacional- que garantiza umbrales aceptables de ruido en el entorno” (Morrón, et al; 2005: 17). Al mismo tiempo, el impacto visual es considerado como uno de los aspectos más subjetivos de la eólica. Se observa una proporcionalidad inversa entre el impacto visual adjudicado a los proyectos eólicos y la carencia de impactos materiales cuantificables (Morrón, et al; 2005). 

Tal como queda evidenciado en la teoría, NIMBY no resulta en el único motivo para la resistencia social. Las razones ambientales por sí mismas, también juegan un papel importante y por cierto más complejo. El apoyo a la energía del viento crece a medida que las personas creen que los parques eólicos no emiten ninguna contaminación al aire (Smith & Klick; 2007: 11) [VER CITA ORIGINAL EN ANEXO I – viii]. 

La preocupación por la actitud NIMBY ha llevado a discutir la realidad del concepto. Por ejemplo Van der Horst (2007) es enfático en afirmar que el término NIMBY es usado por los que proponen la simplicidad como una forma de desacreditar a los oponentes de los proyectos, aunque la mayoría de los investigadores parecen compartir que este fenómeno es complejo y que el elemento del ´egoísmo´ es solamente una de las posibles razones por las que la gente se opone al desarrollo local de la eólica. En esta misma línea, muchos planteos refieren a que existen otras motivaciones o ideologías personales que determinan cómo reacciona una comunidad ante la posibilidad de un proyecto de gran escala de energía eólica. 

El desarrollo teórico de Maarten Wolsink, de la Universidad de Ámsterdam, es un claro ejemplo de esto, quien plantea que el concepto de NIMBY es muy pobre e insuficiente para explicar las resistencias en contra del desarrollo de la energía eólica. El elemento central del denominado “síndrome NIMBY” es el egoísmo, que genera conflictos locales. Sin embargo, según los planteos de Wolsink, aquellos que proponen este argumento, no distinguen ente los intereses de los oponentes y sus motivaciones, y tienden a ignorar las percepciones de los oponentes acerca del “riesgo” (Wolsink; 1999: 52) [VER CITA ORIGINAL EN ANEXO I – ix]. 

Como parte de su argumento, presenta una clasificación de tipos de resistencias sociales, en la que evidencia que:

 i) NIMBY es sólo una de las posibles actitudes en la que se observa una actitud positiva frente a la energía eólica, pero oposición a la construcción de un parque eólico en su vecindario. 

ii) NIABY (not in any back yard) refiere a poblaciones que se encuentran en contra de la energía eólica en sí y de posibles aplicaciones de la misma por sus posibles impactos

iii) Una tercera posibilidad, desde este planteo, sería la aceptación general de la energía eólica que se modifica y torna en oposición luego de hablar de un proyecto específico. 

iv) La última refiere a las resistencias a proyectos específicos por problemas de planificación o técnicos del mismo (Wolsink; 1999). 

Sin embargo, una multiplicidad de otros factores parece influenciar las actitudes de las personas frente al desarrollo de la energía eólica. Estos factores interactivos, que son sensibles al contexto y dependientes del tiempo, incluyen las percepciones locales e impactos económicos, las políticas ambientalistas nacionales, las influencias sociales y los factores institucionales como la inclusividad percibida en el proceso de planeación y desarrollo (Birnie et al., 1999; Khan, 2003; Ek, 2005; Devine-Wright, 2005a; Toke, 2005a; Loring, 2007; Wolsink, 2007a; Zoellner et al., 2008; en Warren & McFadyen; 2010: 205) [VER CITA ORIGINAL EN ANEXO I – x]. 

La pregunta de si la aceptación pública es un factor relevante en la instalación exitosa puede ser únicamente respondida desde esta perspectiva. Lo que es realmente necesario para la mejor implementación y desarrollo de la energía del viento y demás renovables, es construir capital institucional (Wolsink; 1999: 63) [VER CITA ORIGINAL EN ANEXO I – xi ]. En la misma línea, el planteo de Agterbosh et al (2007) resalta la relevancia de la dimensión reguladora de las instituciones, en el marco de la inclusión de la temática en las políticas públicas. 

Agterbosch, Meertens y Vermeulen (2007), analizan la importancia de las condiciones socio-institucionales en el proceso de aplicación de proyectos eólicos, mediante el uso del concepto Capacidad de Implementación (IC). Este concepto es definido como la capacidad de los emprendedores de la energía eólica de implementar turbinas eólicas. Se asume que el IC es determinado por la suma de las condiciones económicas, técnicas, institucionales y sociales (Agterbosch et al; 2007: 394) [VER CITA ORIGINAL EN ANEXO I – xii ]. La problemática de la eólica incluye las siguientes dimensiones: política energética y leyes; políticas y leyes sobre uso de las tierras, políticas y leyes ambientales y políticas y leyes sobre conservación natural (Ahterbosch et al; 2007) [VER CITA ORIGINAL EN ANEXO I – xiii ]. 

Al mismo tiempo, las formas en que los diferentes formadores de opinión y tomadores de decisión (emprendedores de la energía eólica, autoridades del gobierno, propietarios de la tierra, organizaciones ambientalistas y residentes locales) transan con las condiciones institucionales prevalecientes, resulta fundamental. Su estudio se centra en comprender cómo los cambios institucionales generan cambios de comportamiento en los recién mencionados, y cómo afecta esto a las posibilidades de implementar parques eólicos (Ahterbosch et al; 2007). Al mismo tiempo, las instituciones locales resultan de importancia, en la medida en que regulen los intereses. Tal como plantean Ahterbosch et al (2007), los residentes locales suelen oponerse a proyectos de energía eólica (al igual que a cualquier otro) en la medida en que sienten que las decisiones se toman buscando conciliar intereses económicos externos o globales, ignorando los aspectos locales como por ejemplo el riesgo de los ciudadanos, la pérdida de valor del paisaje y la desprotección del medio ambiente. 

Otros factores han sido fundamentales para explicar las resistencias sociales a la implementación de parques eólicos en el terreno teórico-ideológico. Dentro de esta dimensión se encuentra la creencia de que la implantación de aerogeneradores tendrá impactos negativos sobre la diversidad biológica, presentando en muchos casos a la energía eólica como incompatible con la vida de las aves, centralmente con las rapaces y especies migratorias (Morrón; et al; 2005). El argumento se basa en que las aves suelen chocar con numerosos objetos ubicados en las trayectorias de su vuelo, planteando a los aerogeneradores como nuevos obstáculos causantes de muertes de diversas aves. 

Al mismo tiempo, algunos plantean que si las localizaciones de los parques se realizan correctamente, la probabilidad de que las aves choquen con las palas de los aerogeneradores es reducida. Central resulta, por tanto, decidir la instalación de los parques utilizando estudios rigurosos de ubicación que consideren la existencia o no de hábitats críticos (Morrón; et al; 2005). Muchos estudios se han esforzado en demostrar que los niveles de mortalidad de aves por causa de origen humano, tales como los atropellos en carreteras (National Institute for Urban Wildlife y por el OS Fish and Wildlife Service), las electrocuciones con líneas eléctricas y las colisiones con ventanas de vidrio (Muhlenberg College) generan impactos mucho mayores que los parques eólicos. Sin embargo, más allá de esto, el miedo a la muerte de aves sigue pesando en los argumentos de los opositores a la energía eólica (Morrón; et al; 2005). 

Al mismo tiempo, otro argumento posible de catalogar como ideológico se origina en la creencia de que se deteriorarían los ecosistemas, y se degradaría el hábitat natural, por la implantación de parques eólicos de gran porte. Nuevamente, suele coincidir, que áreas atractivas para el desarrollo de la energía del viento, suelen ser áreas ecológicamente sensibles (Wolsink; 2000). Las áreas rurales, suelen ser más ricas en biodiversidad que las zonas urbanas, y la cuestión surge de que para los desarrolladores de proyectos eólicos, estas zonas rurales ofrecen menores costos y menores riesgos de resistencia social (Firestone y Kempton; 2000), a la vez que mejores condiciones en el recurso eólico a explotar. Como forma de abordar estas preocupaciones, se han aplicado, en los más diversos casos internacionales, metodologías del Estudio de Impacto Ambiental (EIA). El primer paso en un EIA es establecer lo que se denomina “baseline”, que representa el estado del ecosistema para cualquier desarrollo, (Valentine; 2011: 113) [VER CITA ORIGINAL EN ANEXO I – xiv] donde juega un rol central la capacidad de acogida del ecosistema, comprendida como el nivel de idoneidad con que cuenta un ecosistema para la localización de una acción o actividad, considerando los efectos derivados sobre el medio.

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